‘Hedda Gabler’, de H. Ibsen
Dir: Eduardo Vasco. Coprod.Centro Dramático Nacional, Mucha Calma y Noviembre Teatro. Jueves 8 a las 19h: encuentro con la Cía.
Municipio: Las Palmas de Gran Canaria
Espacio: Teatro Cuyás
Desde el viernes 09 octubre 2015 hasta el sábado 10 octubre 2015 a las 20:30 horas
Entradas: www.entradas.com y taquilla
Hedda es la hija del general Gabler, una aristócrata que acaba de contraer matrimonio con Jorge Tesman, un hombre al que no ama. Tras un viaje de luna de miel poco romántico, la vuelta resulta fría. Las necesidades de Hedda han obligado a la familia de Tesman, concretamente a sus tías, a realizar un importante esfuerzo económico hasta que el recién casado acceda a una cátedra. La aparición de un antiguo compañero y competidor –Lovborg, ex alcohólico y antiguo amante de Hedda– para la cátedra pretendida abre un periodo de incertidumbre. Hedda, con absoluta frialdad, aprovecha la frágil sobriedad de Lovborg para provocarle una recaída que será sólo el comienzo del derrumbamiento de ella misma.
«HEDDA GABLER»: BELLEZA CAPRICHOSA
Hedda es un drama en sí misma, al margen de desarrollos o acontecimientos. Es el via crucis de todo ser humano, hombre o mujer, encerrado en una vida que detesta. (…)
En cualquier caso, Eduardo Vasco ha captado de forma ajustada la matemática poética del texto y las barreras que se imponen entre sí estos seres atribulados. Su puesta en escena es de una belleza gélida: un suelo oscuro brillante, un fondo amplio y diáfano seccionado tan sólo por un telón de líneas rectas y las notas de un piano, único mobiliario, y un vestuario de época de Lorenzo Caprile que convierte a Hedda en una Dorian Gray, un ser luminoso al comienzo, de blanco puro, que va a sumiendo capas de oscuridad, pero elegante y hermosa siempre.
Miguel Ayanz, LA RAZÓN.
PASIONES TÓXICAS Y CONGELADAS
Hedda Gabler admite varias lecturas, dos fundamentales y antagónicas: radicalización o congelación de las pasiones. Eduardo Vasco opta por esta última a la vez que carga el ambiente de un tenebrismo sombrío. (…) Aquí los personajes, cuando no actúan, permanecen al fondo, como estatuas de un mundo fantasmal; en escena los maneja con precisión en exactas y perfectas simetrías.
Elegido este camino, Cayetana Guillén Cuervo está impecable.